Gabriela Cerruti: «Hay que hacer la Revolución de las Viejas porque ésa va a ser la parte más larga de la vida»

Gabriela Cerruti: «Hay que hacer la Revolución de las Viejas porque ésa va a ser la parte más larga de la vida»

Entrevista con la diputada del Frente de Todos
Un posteo de Instagram en el que habla de la proximidad de su propia vejez y de la importancia de pensar políticas públicas para lograr bienestar a partir de los sesenta años tuvo cien mil visualizaciones en un día. En diálogo con Página/12, Cerruti habló del video, de la derrota de Mauricio Macri, del presente del Frente de Todos y de sus tres batallas personales para generar sentido común colectivo: solidaridad social, feminismo y ambientalismo.

En el video, habla mientras se pone crema. Dice que tiene 54 años, que está bien aunque más arrugada y con dolores de rodilla, que toma calcio y ya pasó la menopausia. Y advierte que en seis años, a los sesenta, técnicamente para la sociedad va a ser una «vieja». Que a partir de entonces espera vivir treinta años más y reflexiona sobre la necesidad de pensar políticas públicas para esta etapa de la vida. La vejez. La más larga, aunque la cultura prefiera la juventud. Lo que no se imaginó es que el posteo, que tituló «La revolución de las viejas» –una primera toma que salió de un encuentro informal en su casa– iba a tener cien mil visualizaciones en un día.

–¿Cómo surgió la idea de «La revolución de las viejas«? 

–Estaba en casa con una compañeras y empezamos a hablar del tema, que a mí me ronda desde hace unos cinco años. Porque tengo 54 y dentro de seis voy a ser oficialmente una adulta mayor. Y apareció la idea de grabar «La revolución de las viejas», que tuvo cien mil visualizaciones en un día. El tema me importa mucho porque la vejez va a ser la parte más larga de la vida. Y aún antes, a los 45 años, ya no te toman en ningún laburo. No se están pensando políticas públicas para esa etapa: cómo lidiar con la soledad no elegida, cómo ser autoválida, cómo no convertirse en una carga para tus hijos. Si se alarga la vida, el desafío es no alargar la vejez. Si ves la tele, las publicidades les hablan a los adultos mayores sobre pañales, remedios, de enfermedades. Y lo que hay que lograr es que ese período de la vida sea activo y feliz.

-Le cambio de tema. Usted escribió varios libros sobre Mauricio Macri. A la luz del gobierno que hizo, si bien llegó a la Presidencia, ¿cree que logró demostrarle a su padre Franco que no era la persona incompetente que su padre le decía que era ?

–Yo creo que Mauricio tiene una suerte: que Franco haya muerto cuando todavía no se le había derrumbado el gobierno. Tal vez logró demostrarle eso a su padre cuando Franco estaba senil y él en un presidencia que recién empezaba. Tal vez entonces se haya sentido reconciliado con él. Pero a medida que transcurrió su gobierno nos dimos cuenta de que Franco Macri tenía razón.  Al margen de lo que decía de Mauricio cuando era joven –que era un boludo, que no podía manejar la empresa, etc– lo que  decía Franco, lo que me dijo a mí varias veces, es que Mauricio no podría ser un buen  Presidente. Franco sabía muy bien, y ahora lo sabemos nosotros, que Mauricio cree que fue un empresario exitoso porque hizo plata de la plata. Ésta generación (los Macri, los Caputo, Los Dujovne, los Quintana)  ya empezaron millonarios y entraron al capitalismo financiero. Nunca hablaron con los obreros, nunca manejaron una empresa. Son vivos para saber qué acción comprar y así es como la chocaron. Si un país no es una empresa, mucho menos es una pantalla de Wall Street. Y así estamos.

–¿Cuál es a su modo de ver el peor legado del macrismo más allá de lo económico?

–La idea de que tenés que odiar al otro para asegurarte quién sos vos. Esa cosa que marca Donald Trump desde Estados Unidos de que el otro es una porquería. Pero siempre digo que el macrismo no pudo avanzar en derechos humanos ni privatizar YPF o Aerolíneas:  ahí no logró horadar el sentido común colectivo de los argentinos.

Yo creo que hay un disputa en la Argentina y en el mundo: la grieta existe y va más allá de kirchnerismo-macrismo. Tiene que ver con dos modelos: uno está vinculado a la salvación personal. Y el otro propone una sociedad en la que haya lugar para todos y todas en la que cada uno busque la felicidad a su manera, pero donde el Estado garantice un piso en común.

–¿Le parece que Macri va a querer liderar la derecha en la Argentina?

Macri va a seguir en política. Lo que hay que ver es si El Pro termina convirtiéndose en la ultraderecha argentina a través de la Comandancia de Patricia Bullrich o se va a parecer más al radicalismo de derecha. Y me parece importante señalar que La Argentina le dio una lección al continente cuando sacó con los votos al que tal vez haya sido el proyecto más importante de la derecha en el último tiempo.

–Hablemos del Frente de Todos. ¿Cuál es el balance del mes de gobierno que ya se cumplió?

–Lo mejor que pasó es que recuperamos la esperanza y la autoestima. Veníamos de cuatro años donde no sólo pasaban cosas horribles, sino que además nos convencían de que era culpa nuestra y que estábamos condenados a eso. Y lo que empezamos a discutir es la ética de la solidaridad. Es muy bueno poder empezar a pensar de nuevo el país para ver cómo hacemos para lograr que el otro exista. Es obvio que lo primero es el hambre, pero también sé que salir de la pobreza no es solamente comer ni tener un techo. Vamos a llegar al hueso cuando además de redistribuir riqueza redistribuyamos la posibilidad de soñar cada uno su futuro como quiere.

–¿Cómo define el estilo de conducción de Alberto Fernández en comparación con el de Cristina Fernández de Kirchner?

Cristina ya está en la historia y no me da vergüenza decirlo: mi hijos van a contar que conocieron a Cristina como mi abuela contaba que había conocido a Evita. Está en el inconsciente colectivo porque transformó la vida de mucha gente. A Alberto lo conozco hace muchísimos años y me parece un buen tipo, que dialoga, que va al fondo, pero sin pelearse. Tal vez no tiene la vehemencia en el decir que algunos militantes más enfervorizados esperan, pero cuando vas viendo el recorrido de los hechos, en el día a día se va cumpliendo lo que dijimos que iba a suceder. Y es un momento de tanta  gravedad económica que hay que tener a alguien con mucha serenidad y mucho temple y siento que estamos a punto de fragua: forjando la unidad de esta fuerza política enorme porque enfrente estaba la tragedia nacional que estábamos viviendo. Nuestra unidad se está forjando día a día, acá en el Congreso también. Queremos discutir el aborto, la reforma de la justicia, la despenalización del cannabis, la educación ambiental. Son todas leyes que vienen a transformar las bases sobre las que está armado el consenso democrático en la Argentina y necesitamos que las mayorías sean abrumadoras y que representen efectivamente el sentido común colectivo.

–Sé que está muy interesada en el Ecofeminismo, que es un movimiento que ve una clara conexión entre la explotación y la degradación del mundo natural y la opresión de las mujeres.

–Sí. Fijate que vos tenés un capitalismo que crece en base al hombre de entre veinte a sesenta años, que produce y y no se queja. Sale a trabajar y eso se consolida con la explotación de la mujer dentro del hogar y con la explotación de la naturaleza. Y ese sistema está avalado por las instituciones democráticas  (un poder ejecutivo, un poder legislativo y un poder judicial) que no cambia desde hace doscientos años. ¿Cómo puede ser que haya cambiado todo en los últimos treinta años y que no haya algo de eso que tengamos que repensar? Porque la organización actual es patriarcal y es autoritaria.

–A nivel personal, ¿qué proyecto suyo te gustaría que saliera este año?

–Tenemos que votar la declaración de la crisis climática que ya tenemos presentada. Aunque no se pueda hacer de un día para el otro, debemos plantearnos un modelo de transición ecológica que diga qué vamos hacer en los próximos 15, veinte años. Yo no digo que en este momento sea posible salir de Vaca Muerta y la de minería, sino lograr que paguen lo que tienen que pagar y que cumplan las normas que tienen que cumplir. Pero esto se termina y hay que pensar en crecer de una manera sustentable. Volviendo al tema del sentido común colectivo, creo que la solidaridad social, el feminismo y el ambientalismo tienen que ser las tres batallas centrales para dar.

La nota en Página 12



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